La garra del diablo (nombre botánico Harpagophytum procumbens) pertenece a la familia del sésamo y es originaria de la sabana del desierto del Kalahari, en Sudáfrica y Namibia. El nombre se deriva de «harpagos», palabra griega que significa «arpón de abordaje».
A partir de las llamativas flores rojas de la garra del diablo, se desarrollan cápsulas seminales leñosas con brazos ramificados y grandes púas, que han dado a la planta su nombre alemán Teufelskralle (garra del diablo).
Los nativos del sur de África aprecian desde tiempos ancestrales las numerosas propiedades de la planta. En Europa, la garra del diablo también se aprecia por su efecto sobre la función digestiva. Tradicionalmente se dice que la garra del diablo africana beneficia el metabolismo de los ligamentos, los tendones y las articulaciones, por lo que puede usarse para el mantenimiento funcional normal de todo el sistema musculoesquelético. Está aprobada como fitoterapéutico para tratar el dolor del sistema musculoesquelético causado por el desgaste.
Este efecto sobre las articulaciones se debe a los ingredientes especiales de la garra del diablo, las sustancias amargas harpagósido y harpágido.